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07 marzo, 2016

LA NECESIDAD DE (BUENAS) LEYES


Carlos Vega
Reflexión Democrática


Una pregunta cuya respuesta resulta bastante obvia será plantearse si son necesarias las leyes. Quizá lo correcto sea preguntarse ¿son necesarias todas las leyes? O precisando el tema podríamos decir ¿son adecuadas las actuales leyes?  No estamos refiriéndonos a si las leyes son buenas o malas por la valoración que cada uno le pueda dar según su posición política, ideológica, económica, social o cultural, sino fundamentalmente establecer hasta qué punto la aplicación de determinadas leyes es viable, efectiva y, por tanto, se acerca al objetivo por el que fueron aprobadas, ya sea por el Congreso o la autoridad competente.

El proceso de creación de normas, ya sea con rango de ley o no, enfrenta a nivel general -y no solo en el Perú- dos grandes problemas: la proliferación legislativa, que implica el exceso de leyes, y la contaminación legislativa (leyes anticuadas, en desuso, contradictorias, mal redactadas, etc.). Sin embargo, estos problemas se han acentuado en nuestro país llegando a constituirse en una traba para su crecimiento.

En nuestro ordenamiento jurídico existen 600 mil normas vigentes (entre leyes, decretos supremos, resoluciones, etc.), y se calcula que un ciudadano requeriría como mínimo unos 10 años para leer toda la normativa.[1] Eso es una muestra de lo complejo que puede ser llegar a conocer la frondosa normatividad. A eso hay que  añadirle que muchas de ellas no pueden ser aplicadas, ya sea porque no están reglamentadas, no se consideró su debido financiamiento, resultan ser solo declarativas o porque su puesta en práctica suponen una complejidad operativa.

Un reciente y completo estudio de la Contraloría General de la República, presentado hace unos días, identifica varios problemas que enfrenta el sistema de regulaciones en el  país.  Enfatiza la sobreabundancia de normas y los frecuentes cambios;  la falta de mecanismos de consulta y recojo de información a fin de determinar los efectos de las normas al momento de su implementación, el débil análisis costo-beneficio, así como el hecho de que el diseño normativo no asegura el cumplimiento de la ley.

También se aprecia la falta de estándares para la preparación de las regulaciones  y el uso limitado de herramientas de evaluación de impacto regulatorio, el desorden y la dispersión del marco regulatorio, además de que los procedimientos administrativos no toman en consideración los instrumentos estratégicos de simplificación administrativa.

¿Cuál es el resultado de esa situación? Varios, pero como muestra vemos que el indicador que mide la competitividad de los países, en el rubro de sobrecarga regulatoria, el Perú ocupa el puesto 133 de 140 países, por detrás de países vecinos como Chile, Bolivia, México y Colombia.  Pero más allá de eso, y salvo algunas excepciones, la abundancia y complejidad de las normas la apreciamos en varias situaciones del quehacer cotidiano, ya sea para solicitar un permiso u obtener algún certificado en alguna instancia pública. Es lo que ha pasado a llamarse la tramitología, y que viene significando un freno relevante a la inversión.

Un ejemplo de eso resulta la existencia de TUPAs tan marcadamente distintos para un mismo proceso administrativo realizado en distintas circunscripciones territoriales. Por ello la necesidad de avanzar en la estandarización de los procedimientos comunes aplicables a todas las localidades.

En la campaña electoral, la mayoría de candidatos a la Presidencia, y al Congreso, reconocen como una de las exigencias ciudadanas la lucha frontal contra la corrupción. Una de los niveles para afrontar este problema es a través de una mejora regulatoria, enfocada sobre todo en la calidad de las normas, de manera que, de un lado, no se generen incentivos perversos que promueven actos ilícitos, sino que además, por el otro, permitan a la administración contar con adecuadas herramientas para prevenir, perseguir, investigar y sancionar los casos de corrupción identificados.

En tal sentido, la recomendación será avanzar hacia la vigencia de menos leyes, pero sobre todo, de buenas leyes.


[1] Gutiérrez, Walter. Informe legislativo. Perú: País de las Leyes 2014. Gaceta Jurídica 2015.



1 comentario:

  1. Excelente comentario. Estamos de acuerdo en que el Perú debemos tener menos leyes, pero ¿cómo convencemos de eso a nuestros legisladores? ¿es la cultura normativa del Perú una "pro-regulatoria"? ¿por qué no aprendemos de los países anglosajones, menos leyes mayor eficiencia? Son preguntas que tenemos que responder.

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